El apego ansioso y el apego evitativo crean un vínculo difícil de romper.
Todo empieza con la persona de apego ansioso quejándose porque su pareja es emocionalmente distante, fría e incluso físicamente desinteresada.
Las persona de apego evasivo se queja porque su pareja es demasiado demandante y “necesitada/o”.
Al principio, la pareja ansiosa ama al evasivo con gran intensidad.
Pero con el tiempo, la insatisfacción y frustración crece cada día más.
Hasta que se cansa de tanto rechazo y la pareja ansiosa supera sus miedos y decide que necesita algo mejor y anuncia su partida.
En este punto, la pareja evasiva cambia totalmente.
Su incomodidad de estar envuelto en demasiada atención desaparece.
Entonces ahora con el miedo de ser abandonado expresa amor sin reservas.
A pesar de la frustración, la persona de apego ansioso ahora obtiene lo que tanto quería: Atención y promesas.
La pareja distante ahora parece transformada, entonces la persona ansiosa decide quedarse.
Por un tiempo hay felicidad. Pero no dura.
Una vez que la persona de apego ansioso vuelve a sentir seguridad y el evasivo vuelve a sentirse asfixiado, los problemas comienzan nuevamente.
En semanas o meses la pareja está en la misma situación. Vuelve otra crisis y otra amenaza de abandono y otra reconciliación.
Puede pasar toda la vida así.
Hay algunas formas de romper el patrón:
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El evasivo puede identificar esto y tratar de tolerar el miedo a la asfixia.
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El ansioso puede volverse consciente de su necesidad o tal vez puede no volver luego de una crisis y buscar un futuro más seguro y recíproco.
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O ambos pueden estudiar sobre la teoría del apego, observar sus patrones, obtener información de aspectos de su niñez que los lleva a actuar así y aprender a no actuar acorde a impulsos.
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